Cazadores Oscuros (Dark hunters), Bailando con el Diablo by Sherrilyn Kenyon

Cazadores Oscuros (Dark hunters), Bailando con el Diablo by Sherrilyn Kenyon

autor:Sherrilyn Kenyon
La lengua: spa
Format: mobi, epub
Tags: Romance, Fantastico, Erotico
editor: eBooks Xibalba
publicado: 2016-08-19T06:00:00+00:00


Ash estaba a solas en el templo de Artemisa, en la terraza adyacente a la sala del trono, desde donde podía contemplar la hermosa cascada iridiscente. Con el cabello rubio recogido en una coleta, estaba sentado sobre la barandilla de una balaustrada de mármol y apoyaba la espalda desnuda en una columna estriada.

Los animales salvajes, a salvo de los cazadores y de cualquier otro peligro gracias a la protección de Artemisa, pastaban en un patio cuyo suelo estaba formado por nubes. Los únicos sonidos que se escuchaban eran el rugido de la cascada y el ocasional trino de algún pájaro en libertad.

Debería ser un lugar en el que encontrar la tranquilidad; aun así, Ash estaba inquieto pese a su apariencia serena.

Artemisa y sus doncellas lo habían abandonado para ir a Teocrópolis, lugar desde donde Zeus gobernaba a todos los dioses del Olimpo. Tardarían horas en regresar.

Ni siquiera eso conseguía animarlo.

Quería saber cómo se estaba desarrollando el juicio de Zarek. Algo iba mal, lo sabía. Lo presentía, pero no se atrevía a utilizar sus poderes para indagar. Él podía capear la ira de Artemisa, pero jamás se arriesgaría a que Zarek o Astrid quedaran expuestos a ella.

Así pues, siguió sentado, refrenando sus poderes y dando rienda suelta a la furia y a la frustración.

—Akri, ¿Simi puede abandonar tu brazo un ratito?

La voz de Simi mitigó en parte sus conflictivas emociones. Cuando estaba en su cuerpo, el demonio no podía ver ni escuchar nada, salvo cuando la llamaba por su nombre para darle una orden. Ni siquiera podía escuchar sus pensamientos. Simi solo podía sentir sus emociones, y eso le permitía saber cuándo estaba en peligro, la única circunstancia en la que le estaba permitido abandonar su cuerpo sin que él se lo ordenara.

—Sí, Simi. Puedes adoptar tu forma humana.

El demonio caronte se apartó de él y se manifestó. Llevaba trenzado el largo cabello rubio; sus ojos tenían un tono gris plomizo y sus alas eran azul claro.

—¿Por qué estás tan triste, akri?

—No estoy triste, Simi.

—Sí que lo estás. Simi te conoce, akri. Te duele el corazón igual que a Simi cuando llora.

—Yo nunca lloro, Simi.

—Simi lo sabe —replicó al tiempo que se ponía frente a él para apoyar la cabeza en su hombro.

Uno de los cuernos negros del demonio le arañó la mejilla, pero a Ash no le importó. Simi lo rodeó con los brazos y lo estrechó con fuerza.

Ash cerró los ojos, alzó la mano para acariciar la nuca del demonio y la apretó contra él. El abrazo ayudó a apaciguar su atribulado espíritu. Solo Simi era capaz de conseguirlo. Solo ella lo tocaba sin exigencia física alguna.

Solo deseaba ser su «bebé».

Infantil e inocente, era el bálsamo que necesitaba.

—Entonces, ¿Simi puede comerse ya a la diosa pelirroja?

Ash esbozó una sonrisa al escuchar la pregunta favorita de su demonio.

—No.

Ella alzó la cabeza y le sacó la lengua antes de apartarse con un gesto irritado para sentarse junto a sus pies desnudos, en la barandilla.

—Simi quiere comérsela, akri. Es una persona horrible.

—Como la mayoría de los dioses.



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